Querido amor,

En cada paso que doy, siento tu sombra a mi lado, como si el viento llevara tu nombre en un susurro eterno, acariciando mi piel, recordándome que, aunque no estés físicamente aquí, tu presencia nunca me abandona. A veces me detengo, cierro los ojos, y puedo casi tocarte en el aire que me rodea, en la brisa suave de una mañana de otoño.

Es curioso cómo alguien puede estar tan presente aun en la distancia. Te siento en cada rincón de mis pensamientos, en cada latido que me recuerda que, sin importar cuán lejos nos lleve la vida, tú siempre serás esa constante en mi caos, esa paz en mi tormenta. Te extraño de una manera que sólo se entiende en la quietud de la noche, cuando el silencio grita tu nombre y los recuerdos se vuelven refugio.

Eres el sol en mi invierno,
la lluvia en mi desierto,
el eco de un suspiro eterno
que nunca se apaga,
que nunca se va.

Cada amanecer lleva consigo una pizca de esperanza, la misma esperanza que tú sembraste en mí cuando me prometiste que, aunque el tiempo nos separara, nunca dejaríamos de ser dos almas conectadas. En los días más oscuros, miro al cielo y busco tu estrella, porque sé que, al otro lado del horizonte, tú también miras la mía. Somos dos viajeros en el tiempo, unidos por un amor que no entiende de distancias ni de ausencias.

Es en la simpleza de los recuerdos donde encuentro la fuerza para seguir, en ese “siempre” que tú me regalaste y que, aunque intangible, se siente tan real. Sé que esta distancia es solo un suspiro en el eterno viaje de nuestras almas, que algún día nuestros caminos volverán a cruzarse y entonces entenderemos que el tiempo y la distancia solo fueron pruebas que nuestro amor debía superar.

Así que aquí estoy, esperando, pero sin perderme en la espera. Vivo cada día con la certeza de que, en algún lugar, tú también piensas en mí, que en cada sonrisa que le das al día, hay una parte de mí en ti, como una promesa que el universo nos hizo a ambos.

Con amor eterno,
Tu amor.

© Shoshan