Querido,
Hoy, después de todo lo vivido, me siento frente a esta hoja en blanco para escribirte por última vez, pero no desde la tristeza ni la desilusión que me dejaste. Hoy, te escribo desde la calma que comienza a llenar mi corazón, desde un lugar donde la decepción se va desvaneciendo, y queda solo la claridad de quien entiende que no todos los amores están destinados a quedarse.
Hubo un tiempo en que creí que nuestro amor sería inmortal, que tus promesas eran un ancla en mi vida. Y sí, al descubrir que nada de aquello era real, sentí el dolor desgarrar mi alma. Sin embargo, aquí estoy, recogiendo mis propios pedazos, reconstruyéndome con la certeza de que hay algo más allá de este dolor, algo que se parece a la paz y que late con el nombre de esperanza.
Aún después de la tormenta,
las flores encuentran el sol,
aún después de la noche,
la luna cede al amanecer.
Ahora entiendo que merezco algo más que falsas promesas y palabras vacías. Merezco un amor que no dude, que no vacile, que no me rompa. Y aunque hoy no pueda ver con claridad el camino que sigue, sé que mis pasos, aunque torpes, se encaminan hacia algo mejor, hacia un lugar donde pueda respirar sin el peso de esta decepción.
Aún hay esperanza después de todo. No porque crea que volverás, sino porque en este nuevo camino que emprendo, empiezo a darme cuenta de que mi felicidad nunca dependió de ti. Soltar este dolor me permite ver con otros ojos, abrirme a la posibilidad de un amor verdadero, aquel que quizá un día, cuando menos lo espere, toque a mi puerta.
Así que hoy te digo adiós, no con tristeza, sino con gratitud, porque esta decepción me enseñó a ser más fuerte, a cuidar de mi corazón, y a entender que hay algo mejor esperando en el horizonte.
Siempre en paz,
yo, que aún creo en el amor.
© Shoshan