Querido,
Es extraño decirte adiós cuando aún siento que cada rincón de mi ser te recuerda. Es como si estuvieras en cada respiro, en cada pausa que el tiempo se toma para recordarme lo que un día fue y ya no será. Hoy me siento en esta esquina de la vida, tratando de soltarte, tratando de cerrar este capítulo que, aunque hermoso, me dejó con un vacío que aún no sé llenar.
Te amé con todo lo que soy, sin reservas, sin miedos. Te amé hasta en los silencios, en esos momentos donde las palabras no eran necesarias porque sabíamos que el amor era nuestro único idioma. Y ahora, mientras escribo esta carta, siento que cada palabra es un paso hacia esa libertad que tanto necesito, aunque el recuerdo de lo que compartimos permanezca intacto en lo profundo de mi alma.
Como el río que sigue su cauce,
aunque el cielo se torne gris,
como el árbol que suelta sus hojas,
así yo me libero de ti.
Cada día, querido, aprendo a vivir sin ti. Acepto que el amor, como el tiempo, no siempre sigue los caminos que imaginamos. Soltar no es fácil, pero necesario. Porque ahora sé que amarme a mí misma implica dejarte ir, aunque siempre lleve un pedacito de lo que fuimos en el fondo de mi corazón, donde no duela, donde solo quede el eco de un amor que fue hermoso en su momento.
Adiós, pero siempre te llevaré en mi corazón. No porque quiera quedarme atrapada en el ayer, sino porque aprendí que algunas personas nos marcan para siempre, y tú eres una de ellas. Me despido de ti, de nosotros, con la certeza de que, al soltar, me libero y me doy la oportunidad de construir algo nuevo, algo que esta vez sea solo mío.
Siempre tuya en recuerdo,
yo, que aprendí a soltar.
© Shoshan