Querida hermana,
Hoy me senté a escribirte, y no pude evitar sonreír al recordar todos los momentos que compartimos, esos días de risas, secretos y hasta de pequeñas peleas que, ahora lo sé, solo fortalecieron nuestro lazo. A veces, la vida nos lleva por caminos diferentes, pero no hay distancia que borre lo que somos: dos almas entrelazadas desde siempre, compañeras en esta aventura de crecer y aprender.
Hermana mía, en cada rincón de mi corazón hay un espacio que solo tú llenas. Eres mi refugio, mi cómplice, esa persona que conoce mis sombras y mis luces, y que siempre está allí, sin importar la distancia o el tiempo que pase. Es una certeza que tengo grabada en lo más profundo: pase lo que pase, te tengo a ti, y tú me tienes a mí.
Eres ese abrazo eterno,
la risa en los días grises,
mi raíz y mi cielo,
el hogar que siempre llevo conmigo.
Quiero que sepas que aquí estoy, siempre, en cada paso que des, en cada caída y en cada victoria. Te acompaño en silencio y en alegría, en los momentos difíciles y en esos en los que el mundo parece un lugar más amable. Porque eres, y siempre serás, mi hermana, esa parte de mí que nunca se va, que siempre me recuerda quién soy y de dónde vengo.
Con todo mi amor y con la certeza de que este lazo es eterno,
Tu hermana, la que siempre te lleva en el alma.
© Shoshan