A ti que ya no estás,
Hoy, desde el silencio que dejaste, quiero agradecerte por todo lo que me diste, por cada momento compartido, por las lecciones que sembraste en mi vida y que siguen floreciendo aun en tu ausencia. No sabes cuánto te extraño, cuánto echo de menos tu risa, tus palabras, tus abrazos que lo sanaban todo. Y aunque ya no estés aquí, siento tu presencia en cada rincón, en cada recuerdo que guardo con cariño y nostalgia.
Me has dejado un legado invaluable, algo que las palabras apenas pueden expresar. Gracias a ti aprendí a amar con toda el alma, a vivir con intensidad, a reír hasta que duela y a enfrentar la vida con valentía. Fuiste mi guía, mi refugio, mi amigo/a, y aunque el tiempo haya decidido llevarte, lo que compartimos sigue vivo, permanece intacto en el espacio eterno de mis recuerdos.
Como la estrella que sigue brillando
aun después de haberse ido,
tu luz ilumina mis días,
y en cada amanecer te siento,
cerca, dentro, eterno/a.
Gracias por cada instante, por el amor incondicional que me diste y que sigue dándome fuerza en los días grises. Me has enseñado a ser fuerte, a mirar hacia adelante, pero siempre con la ternura de tus enseñanzas guiando mis pasos. Y aunque hoy mis palabras estén teñidas de tristeza, también hay en ellas gratitud, porque haber compartido esta vida contigo fue uno de los regalos más hermosos que pude recibir.
Descansa en paz. Te llevo en el alma, en cada latido, en cada suspiro. Sé que algún día volveremos a encontrarnos, y mientras tanto, viviré honrando lo que me dejaste, llevando contigo un pedazo de mi corazón, siempre.
Con amor eterno y gratitud,
yo, que nunca te olvidaré.
© Shoshan